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El soliforme de Librán

noticia original: http://www.diariodeleon.es/noticias/opinion/el-soliforme-de-libran_780665.html

Miguel Ángel González y Paco Vuelta 23/03/2013

¿Qué tienen en común Filiel (junto con Lucillo) y Quintanilla de Somoza, en Maragatería, con Librán, en El Bierzo? En el límite entre Filiel y Lucillo se localiza el conjunto rocoso de Peñafaciel, a unos metros de la célebre estación con laberintos grabados en dos paneles rocosos. Allí encontramos una roca con forma curiosa, con forma de caparazón de tortuga que la imaginación popular imagina como la albarda de Santiago. En su parte superior hay dos pequeñas incisiones que marcan el eje de simetría de la roca, cuya línea y boca señalan con precisión el amanecer en las fechas que están en el punto medio entre el solsticio de invierno y los equinoccios, a primeros de febrero y de noviembre.

A unos pocos kilómetros de allí, y muy cerca de las ruinas de la antigua iglesia de San Salvador de Quintanilla de Somoza, hay una interesante estación de arte rupestre que fue dada a conocer por José María Luengo en 1990. También, y en estrecha relación con ésta, fue hallada la lápida votiva custodiada en el Museo de León con la inscripción Uno es Zeus-Serapis-Iao. Uno de los elementos más curiosos del yacimiento es un megalito consistente en un gran bloque de piedra alargado con incisiones laterales y cazoletas grabadas apoyada sobre dos peñas de forma que el conjunto define un conducto a través del cual podemos ver la salida del sol en las mismas fechas que la Albarda de Peñafaciel. Estos puntos intermedios entre el solsticio de invierno y los equinoccios debieron tener una gran importancia en la Prehistoria ya que según un estudio realizado por Michael Hoskin, la mayoría de los dólmenes del occidente europeo está orientados en esta dirección. Este tema fue tratado en profundidad en el libro, Teleno, Señor del Laberinto, del Rayo y de la Muerte. Un enfoque etnoastronómico para el estudio de los santuarios antiguos de la Asturia.

Pocos dudan de la importancia que debieron tener solsticios y equinoccios como ocasión de celebración y fiesta para el hombre antiguo. Menos conocidos en los estudios prehistóricos y antropológicos españoles son estas fechas que se encuentran a medio camino entre solsticios y equinoccios y que formalmente son denominadas «fiestas de media estación». Durante la Edad Media se producían el día primero de los meses de febrero, mayo, agosto y noviembre y son popular, aunque impropiamente, conocidas como las «fiestas del calendario celta»: Imbolc, Beltaine, Lugnasad y Samain. Podemos reconocer su pervivencia en nuestra tradición festiva popular en los Carnavales, las rogativas y fiesta de primero de mayo, las fiestas patronales de agosto y Todos los Santos, respectivamente.

Recientemente hemos conocido otro lugar de culto prehistórico que podemos añadir a esta nómina. Se trata del Furacón o Buracón de los Mouros, en Librán. En el interior de este abrigo podemos encontrar distintos motivos de pinturas rupestres entre los que destaca un carismático «soliforme» o dibujo en forma de sol, localizado en una pared enfrentada a una abertura. A primeros de febrero y a primeros de noviembre podemos asistir a un fenómeno ciertamente impresionante: en estos días los primeros rayos del Sol iluminan durante unos minutos el soliforme, que es entonces destacado por una brillante mancha dorada. Su significado implicaría el despertar de la Naturaleza dormida y el final del invierno estimulado por los cada vez más poderosos rayos del Sol, a primeros de febrero.

En muchas ocasiones podemos reconocer el modo en que estos antiguos lugares sagrados y su contexto festivo fueron cristianizados. Así, no es casualidad que los santos patrones de Filiel y Lucillo sean respectivamente la Virgen de las Candelas y San Martín, que Quintanilla de Somoza celebrara antiguamente San Antón o que el patronazgo de Santo Tirso en Librán, que celebra su fiesta el 28 de enero. En definitiva, el fenómeno que aquí apuntamos permitiría profundizar más en el contexto cultural y festivo asociado a esta impresionante estación de pinturas rupestres berciana: el Furacón o Buracón de los Mouros, de Librán, constituyendo, asimismo, la raíz más profunda de la cultura tradicional popular de esta localidad.

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